
Te sientas a su lado y escuchas, una y otra vez, murmullos que se alejan, pequeños bosquejos que van quedando y lagunas vacías que nunca podrán volver a revolverse, agotar o crecer. Y escuchas sus ruegos y alientas sus despedidas. Unas veces campanas vacías y otros tambores a lugares a los que nadie nunca… pudiera devolver.
Y te sientas a su lado y el peso a tus espaldas se hace duro y jorobado, te das cuenta que las curvas señalan canas en tu pecho y que las rodillas empiezan a ordenar un ritmo, comienzan a ser humildes, un otoño de oro, de paz y riquezas… por corresponder.
Te sientas a su lado esperando que algo ocurra, pero en realidad la vida sigue, y no hay mayor suerte para la despedida que el haberse visto luchando en parajes de fortunas, que haber tomado entre tus manos el cáliz de los sueños, una y otra vez… en cada atardecer.
Tú que Te sientas a su lado… alguien te dice… levántate y anda… que los muertos no se olvidan, que cada latido enjuga sus lágrimas de la sabiduría de vivir, el poder concedido de la supervivencia, la experiencia día a día, una lucha por unas pocas gotas compartidas ¡sí mi niño, compartidas!… de felicidad, de placer.
Ana